Desde los comienzos de la navegación las rocas sumergidas
han significado una trampa mortal para las embarcaciones que
han osado desafiar los misterios del infinito mar .
Sin embargo el hombre se las ingenió para detectar los
peligros y a partir del faro de Alejandría ha recorrido
un largo camino para salvar vidas emitiendo señales de gran
potencia que eran recibidas en alta mar a muchos kilómetros
de distancia. La costa uruguaya también presenta sus dificultades
por los bancos de arena y escollos de distinta naturaleza que han
requerido siempre del alerta emitido desde la costa para evitar
situaciones lamentables y en algunos casos irreparables. De esta
manera en el año 1792 se construye la farola de Isla de
Flores en circunstancias que se produjo el hundimiento de una fragata
española denominada Nuestra Señora del Loreto. Con
el paso de los años se fueron construyendo farolas en todas
las zonas peligrosas: en 1860 en Punta del Este, en 1872 en el
Cabo Santa María y en 1881 el de Cabo Polonio.
Para el historiador Orestes Araújo el nombre del cabo está relacionado
con un accidente de navegación ocurrido el 31 de enero de
1735, fecha en que naufragara un navío proveniente de Cádiz
y que se llama EL POLONIO. En ese lugar y años más
tarde se construyó el faro de recalada construido más
al Este de nuestro país, vigilando la costa más peligrosa
para las embarcaciones que surcan el atlántico uruguayo.
En el libro LOS FAROS DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY del
capitán de navío Rodolfo Merino, se establece que
tiene una altura focal de metros 39.70, alcance geográfico
de 17.8 millas, alcance lumínico 19.5 millas y una intensidad
luminosa de 290.471 candelas. Este faro fue electrificado en el
año 1961 y ha cumplido su misión durante más
de un siglo con el aporte invalorable de los hombres que han tenido
a su cargo la difícil tarea de acompañar su soledad
desde la costa rochense.
El periodista Fernández Corbo señalaba en una publicación
que “el primero de estos legendarios vigías, fue un
capitán mercante de origen siciliano llamado Pedro Grupillo,
avezado hombre de mar, que ocupó su cargo durante varias
décadas. Parecería que el océano o el faro
amarran al hombre a la costa, en una profesión que se trasmite
de una generación a otra. Últimamente se han sucedido
tres generaciones en el desempeño de la tarea y pertenecen
a la familia Calimares también de origen italiano. Independiente
de sus funciones específicas, el faro de Cabo Polonio constituye
un polo de tracción desde el punto de vista turístico.
A 270 kilómetros de Montevideo, esta zona del Este enmarcada
entre extensos arenales configura un paisaje singular que culmina
junto al faro donde el océano arremete con su furia milenaria.
Sin embargo las bellezas naturales de la zona lo han convertido
en el lugar preferido de quienes gustan de la naturaleza en su
estado primitivo.
Manteniendo sus dificultades para poder llegar
y disfrutando de las carencias del lugar, donde el ambiente en
sí es una de sus mayores atracciones , Cabo Polonio continúa
recibiendo anualmente un elevado número de turistas. Se
trata de una de las grandes alternativas para los viajeros que
llegan al departamento y prefieren el turismo ecológico,
con algunas dificultades, pero con tranquilidad agreste y primitiva.
Con su escenario natural y una pequeña población
estable, Cabo Polonio representa una de las mayores reservas turísticas
de nuestro país. En un ambiente libre de contaminación
y con el marco de un atlántico permanentemente azul, los
turistas pueden disfrutar de una económica estadía,
donde las propias carencias representan un atractivo divertido
para los visitantes. Pese a la situación económica
que viene afectando al departamento, los operadores turísticos
no bajan los brazos y en una nueva apuesta al desarrollo de la
costa atlántica, están ofreciendo nuevas alternativas
para los viajes tradicionales que se realizan a Cabo Polonio, los
Palmares de Castillos, Bosque de Ombúes y lagunas rochenses.
En esta oportunidad algunas agencias ofrecen la posibilidad de
participar en excursiones aéreas , náuticas o terrestres
para visitar estos lugares.
Desde La Paloma a Chuy se va sucediendo una cadena de playas atlánticas
que por sus bellezas naturales y la complementación de servicios
adecuados representan en la actualidad los principales polos del
turismo uruguayo.
LA VERDADERA HISTORIA
Mientras el atlántico se va quebrando diariamente contra
los acantilados que protegen en forma estratégica la zona
del faro, vamos recordando viejas historias de naufragios que trajeron
a la costa rochense los primeros “gringos” que poblaron
la zona. El pasado y el presente que conviven hoy en perfecta armonía
junto al ojo giratorio y misterioso del faro inaugurado el 1º de
mayo de 1881, nunca se pusieron de acuerdo sobre el verdadero origen
de cabo Polonio. Para viejos pescadores que pasaron la vida entre
el atlántico y las dunas que circundan la zona, el nombre
proviene de un barco llegado de España, que el 31 de enero
de 1735 naufragó en esta región. Sin embargo para
el Prof. Jesús Perdomo, la realidad es otra ; no fue en
1735, no había tormenta ni hubo ningún navío
llamado El Polonio. El 11 de noviembre de 1752 habría zarpado
del puerto de Cádiz el barco llamado “ NUESTRA SEÑORA
DEL ROSARIO, SEÑOR SAN JOSE Y LAS ÁNIMAS” con
carga para Buenos Aires y algo más de 300 personas entre
pasajeros y tripulantes, a cargo de un joven capitán de
tan solo 25 años llamado José Poloni. Dice Perdomo
que en el camarote del capitán y con la presencia infaltable
del primer piloto José de Arturo, se realizaban algunas
cenas abundantemente regadas con licores y vinos de Chipre. Y fue
así, como consecuencia de esas comidas bien acompañadas
por el alcohol que en la noche del 31 de enero de 1753 y con buen
tiempo, el barco golpeó en algún arrecife , abriéndose
un tremendo rombo que provocó el naufragio. Los momentos
de angustia que vivía la tripulación, fueron aprovechados
por el piloto de Arturo, culpable de la tragedia para darse a la
fuga antes de ser detenido. Pasados los días, la justicia
logra capturarlo y de acuerdo a las declaraciones de los pasajeros,
se encontraba en avanzado estado de ebriedad la noche del naufragio.
Fue conducido a la ciudadela en carácter de detenido, pero
posteriormente y en un final novelesco logra fugarse. Como podemos
apreciar existe un pasado cargado de historia en torno a este hermoso
lugar. Poco importa en estos momentos el nombre del barco ni del
capitán, se trata de un lugar turístico, aún
desconocido para la gran mayoría de los uruguayos, a solamente
270 kilómetros de Montevideo. Cabo Polonio continuará con
sus encantos naturales mientras las vías de comunicación
no atraviesen los extensos arenales que todavía lo separan
de la “civilización”.